domingo, 4 de mayo de 2014

El pez grande siempre se come al chico de @TeteClares6 (17 años) para #CertamenCuentos


Esta entrada es fruto de la cesión gustosa del blog para todos aquellos que habéis  querido participar en el "I Certamen de Cuentos de Ciencia" pero no disponéis de blog propio. El relato que a continuación podéis leer es de @TeteClares6. Desde aquí darle las gracias por su aportación. Os dejo con el relato. Espero que os guste.


    La Historia no se caracteriza por sus aciertos, sino por sus fallos; tal es así que, si se me permite, voy a proceder a narrarles brevemente uno de sus fallos, de los miles o millones que tiene.

     Año 1209, en el sur de Francia. Sale el sol como un día cualquiera y, con su brillante y calurosa luz, despierta a Clement, un cátaro de las afueras de Toulousse. ¿Qué es un cátaro?, preguntáis. Bien, un cátaro es un cristiano ascético, es decir, rechaza los placeres materiales siguiendo las ideas platónicas. Y, no, Platón no es el plato donde tomas la sopa, Platón fue un filósofo (entre otros tantos oficios) que tuvo una (quien dice una, dice veinte; pero esta es la que nos importa ahora) idea interesante: el Mito de la Caverna. Este mito afirma que los hombres vivimos en una caverna, donde tan solo vemos su interior. La verdadera esencia del mundo, la visión completa de la humanidad no se encuentra en dicha caverna, sino en su exterior: el mundo de las Ideas. No es un mundo tangible en sí, es más bien un lugar al que se desea ir, mas no se pueden alcanzar sus verdes campos sin liberarse del capullo que es nuestro cuerpo material.

     Aclaradas las ideas de Clement, sigamos con su relato. Como un día cualquiera, se dirige a la rivera del Garona a pescar algo que comer. Ya es mala suerte, pero mientras pescaba, pasó tras de él un carro tirado por caballos blancos, relucientes. Clement supuso que era algún católico dirigiéndose hacia su mundo de excesos, colesterol, alcohol; olvidando, por supuesto, su fe. He de aclarar, de paso, que los cátaros también rechazaban a la Iglesia católica. Ya, no les gustaba tampoco eso de tener amigos. Pero bueno, el caso es que acusaban a la Iglesia católica de satánica, ya que cree en la encarnación material de Jesucristo, y para los cátaros el mundo material ha sido creado por Satanás para tentar a las personas a vivir en él como si no hubiese un mañana. Es por ello que despreciaban tanto el bautismo (se realiza con agua, que es en sí misma materia y, además, es obra de Juan Bautista, una persona creyente en el mundo físico, por lo que también lo rechazaban), la carne, los huevos, la leche... pero sí comían pescado, ya que se creía que era un fruto espontáneo del mar.

     Total, que Clement termina de pescar, coge sus aperos y vuelve con paso lento y sosegado hacia una cueva donde solía vivir. De camino, se puso a pensar mientras miraba al cielo azul y tranquilizador. En tal empanamiento, Clement se separa de su ruta a seguir y se mete en la ciudad en sí de Toulousse. Para mayor coincidencia, acabó parándose delante de una iglesia católica. Se quedó observándola de arriba a abajo. Es entonces cuando el coche de caballos que antes pasó tras él aparca delante de la Iglesia, unos pasos también por delante de Clement. Un hombre gordo vestido de negro acompañado de dos jóvenes muchachas entra en la Iglesia, aparentemente era el sacerdote de la misma. El sacerdote se dio la vuelta para decir al cochero que se marchara, tras lo cual ve a Clement, que lo miraba con claro desprecio en la cara. Con ese gesto indescriptible, Clement provoca sin saberlo a Vincent, que se dirige a él:

     -Si no me falla la memoria, tú eres Clement, aquel obispo que abandonó las sagradas artes del cristianismo para seguir la herejía de unos cuantos mamarrachos que tan solo buscan persuadir a las buenas gentes católicas para que caigan en manos de Satanás. ¿Con qué derecho vienes aquí, hereje?

     -Vincent, no estoy aquí ni por ti ni por tus acciones propias de un necio, tan solo me he separado de mi camino. Me marcho, espero que pronto te des cuenta de lo que estás haciendo con tu alma.

Pasaron los días y las semanas, y Clement seguía con sus rutinas de pesca y paseos. Un día, mientras iba de camino al río a pescar, escuchó el paso veloz y sin pausa de unos cuatro caballos. En uno de ellos, el más fuerte y robusto, iba el más gordo de ellos (sería para compensar, digo yo), era Vincent. A su izquierda, derecha y retaguardia, había dos soldados armados, cuyas espadas estaban desenvainadas. En ese momento, Clement pregunta para sí mismo si la Iglesia católica habrá empezado ya a hacer lo de siempre, barrer y echarlo todo debajo de la alfombra. Así era. Vincent le preguntó en tono solemne, debido a la presencia de soldados.

     -Clement de Merceau, ¿es cierto que sigues las doctrinas de los albigenses y, por tanto, eres contrario a las enseñanzas de la Biblia de nuestro Señor?

     -Sí a lo primero, no a lo segundo, señor. Sí, soy albigense (es lo mismo que cátaro, debido a la creencia de que el movimiento cátaro se inició en la localidad de Albi, en Francia), pero no por ello soy contrario a la Biblia de nuestro Señor, es más, diría que son ustedes los que son contrarios a ella. No son gentes humildes, sino que cuidan su cuerpo y caen en las tentaciones de este mundo sin fundamento, un mundo lleno de mentiras, engaños y falsos creyentes en Dios. Es por ello que yo creo en él y en sus palabras, por lo que afirmo solemnemente que aquí los únicos herejes a Dios son ustedes.

     -¡Suficiente! Señores, debido a que no hay arrepentimiento por su parte, procedan a hacer su trabajo.

     Clement consiguió su objetivo, ir al mundo de las Ideas, o como los cátaros lo llamaban, el reino de Dios, escapando así del mundo de Satanás, lleno de cáscaras vacías y vanas, donde todos dicen ser quien creen que son, pero nadie resulta ser quien cree ser. El caso de Clement se hizo extensivo a toda Occitania, el sur de Francia, donde los peces más gordos se comieron a los huesudos.


@TeteClares6


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